Aroma embriagador, sensaciones de oriente y corteza en la piel; dulce y fina, fragante y cálida, de sabor sugerente y notas de madera tan intensas como delicadas.  Fue una de las primeras especias que los exploradores de los siglos XV y XVI descubrieron en Sri Lanka (Ceilán), y a pesar de que, con el tiempo, su cultivo se ha extendido a otras partes del mundo, como Brasil, India e Indonesia, la canela (cinnamomum verum o C. zeylanicus) de mayor calidad sigue siendo la de Sri Lanka. No debe confundirse con la casia (cinnamomum casia) ––también llamada canela bastarda, cuyo coste es notablemente menor. La auténtica canela siempre ha sido, es y será una de las especias más lujosas y codiciadas del mundo.

La joya de Ceilán tiene unas propiedades altamente atractivas. De acuerdo con la Agencia de Seguridad Alimentaria Europea, posee propiedades antioxidantes, es beneficiosa para la salud intestinal, la piel, las membranas mucosas, el aparato genitourinario, el sistema cardiovascular y digestivo-intestinal, por mencionar tan solo algunas de sus virtudes, aunque lo que realmente la ha convertido en un condimento la mar de interesante para nuestra salud es su excelente capacidad para regular los niveles de glucosa en sangre. Desde este punto de vista, aquellos que prescinden de ciertos endulzantes ––ya sea por problemas diabéticos o por el ánimo de llevar una dieta sin añadidos––, tienen en la canela un poderoso aliado a la hora de endulzar su té negro al estilo pakistaní, su humeante taza de cacao puro y otras bebidas y postres difíciles de imaginar sin canela, como el tradicional arroz con leche y las natillas, por no hablar de algunas de las recetas más sabrosas y saludables a las que la canela aporta un sabor único. En los últimos años, además, en uno de los superalimentos más habituales en zumos, smoothies y tés y cafés.