Un baño de sol
En verano nos gusta salir a bañarnos de sol, chapotear en el agua para refrescarnos y disfrutar de las vacaciones. El cuerpo necesita aire libre y luz, más de lo que pensamos, porque la exposición a la luz diurna no solo es necesaria para el correcto funcionamiento de nuestros ritmos circadianos y segregar serotonina, sino para que nuestro organismo pueda producir
Vitamina D.
Ahora bien, tan importante es exponernos unos minutos al día para producir vitamina D como proteger nuestra piel, así que, por rutina, si tienes planeado pasarte más que unos simples minutos bajo el calor abrasador de Lorenzo, es imprescindible que uses un buen protector solar, pero tampoco abuses, porque bloquea la producción de vitamina D. Lo ideal es encontrar un equilibrio. Con exponer el 25% de nuestro cuerpo durante unos minutitos al día, es suficiente. Las personas con la piel muy blanca tendrán suficiente con unos cinco o diez minutos, mientras que las personas de piel muy morena entre veinte y treinta minutitos.
Ahora bien, cuando hablamos de excursiones, partidos de pádel a media mañana, jornadas maratonianas a pie de chiringuito, chapoteos en la piscina, trabajos agrícolas o que requieran estar muchas horas expuestos al sol, el uso de protector es esencial, si nuestro astro rey está en el cielo. Por otro lado, la exposición prolongada a los rayos solares puede provocar cáncer de piel y, en cualquier caso, favorece su envejecimiento. Es decir, «nos arruga».
Una buena manera de «preparar» o «proteger» nuestra piel consiste en consumir antioxidantes ricos en vitamina C, vitamina E, punicalaginas, betacarotenos…
Nos ayudan a protegernos contra los radicales libres y el envejecimiento prematuro.
Abundan en las frutas, especialmente en los frutos rojos como la granada, y también puedes encontrarlos en forma de suplementos dietéticos.